La historia que te voy a contar de Florinda Meza tal vez no la conocías.
Y antes de que la sigas juzgando, te aviso desde ya: no te la voy a contar para convencerte de nada.
No quiero que cambies tu opinión.
Ni la estoy defendiendo.
Tú ni la conoces.
YO TAMPOCO.
Solo quiero que entiendas algo:
nadie es tan bueno como para no tener algo oscuro… y nadie es tan malo como para no tener también algo que valga la pena.
Así de simple.
Florinda Meza fue señalada como la mujer que “destruyó una familia”.
La “villana” de la historia.
La que “se metió con un hombre casado”.
La que “manipuló a todos”.
La que “alejó a Roberto de sus amigos”.
Y sí… eso fue lo que vimos.
Eso fue lo que nos contaron.
Pero lo que nadie te contó fue la historia de Florinda niña.
Nació en Juchipila, Zacatecas, en 1949.
Su infancia fue un infierno.
Su madre tenía esquizofrenia, y en un ataque de violencia, le rompió el tabique nasal con una caja de supermercado.
Florinda quedó marcada.
No solo físicamente… sino emocionalmente.
Creció entre la pobreza, el abandono y el miedo.
Sus padres se separaron cuando era pequeña.
Su madre no podía cuidarla.
Su padre… simplemente no estuvo.
Fue criada por sus abuelos… hasta que murieron.
Entonces, quedó sola.
Ni niña. Ni adulta.
Pero ya con la responsabilidad de cuidar a sus hermanos.
Una adolescente cargando con la vida de otros.
Sin mamá. Sin papá.
Sin apoyo.
Sin infancia.
Y aún así, salió adelante.
Se convirtió en actriz.
Le apostó al arte cuando todos le dijeron que no lo lograría.
Llegó a convertirse en un ícono de la comedia en toda Latinoamérica.
Pero en lugar de hablar de eso, todos prefieren quedarse con una frase:
“Le quitó el marido a otra.”
Yo no te voy a decir que Florinda Meza fue perfecta.
Tampoco tú lo eres.
Ni yo.
Todos hemos cometido errores.
Todos hemos tomado decisiones que hoy haríamos distinto.
Pero juzgar a alguien por la versión que contó su ex, y olvidar todo lo que tuvo que superar para llegar a donde está…
eso no se llama justicia.
Se llama morbo.
Así que la próxima vez que escuches su nombre, piensa primero en la niña rota, no en la actriz de la pantalla.
Y recuerda esto:
todos somos el lobo en una historia mal contada.