No es casualidad que estés leyendo esto.
Puede que hayas llegado por curiosidad, por aburrimiento o por simple casualidad.
Pero si te quedaste… quizá hay algo dentro de ti que empieza a moverse.
Hay momentos en la vida que parecen normales.
Todo sigue igual. Te levantas, trabajas, convives, duermes.
Pero algo, muy dentro, empieza a incomodar.
Una especie de cosquilleo silencioso que te dice:
“Esto no es todo.”
Y no, no es todo.
Lo que llamamos “vida” muchas veces es solo una rutina disfrazada.
Una serie de tareas, de creencias heredadas, de metas prestadas.
Nos dicen qué estudiar, a quién admirar, cómo vestirnos, qué es el éxito
y hasta cómo debe sentirse la felicidad.
Y sin darnos cuenta, vivimos dormidos.
Despertar no es dejarlo todo e irse a la montaña.
Despertar es hacer preguntas.
Es sospechar.
Es mirar alrededor y pensar:
¿Y si todo esto no fuera lo que parece?
No necesitas tener todas las respuestas.
Nadie las tiene.
Pero si hay algo que duele, que inquieta, que arde…
No lo apagues.
Escúchalo.
Hay un momento en el que uno deja de buscar afuera y empieza a mirar adentro.
Ese momento no llega con fanfarria.
Llega en silencio.
Llega cuando estás listo.
Y si llegaste hasta aquí, tal vez ya lo estés.
Esta es solo la primera de muchas verdades.
Lo que viene después no será cómodo, pero será real.
Cada palabra, cada duda, cada señal… es parte del camino.
No estás solo.
Solo estás despertando.